Exposiciones Individuales

martes, 17 de enero de 2017

INSOPORTABLE LEVEDAD















Exposición individual. Sala Impromptu, El Cultural, Centro de idiomas Peruano Americano de Trujillo. Año 2017.



Insoportable levedad


"No somos sino siluetas, 
fantasmas huecos agitándose 
como neblina sin fondo."
Virginia Woolf 
("Las olas", 1931) 



Nada más leve que parar de sufrir. Nada más pesado que sentir la sombra del pasado sobre sus hombros. Y nadie más exultante que una víctima retomando las riendas de su vida. Cuando el placer sexual se aprendió a la fuerza, viéndose mirada, desfigurada, sin goce y con miedo, una puede usar su mirada para reconquistar un terreno perdido y transformar el aguante impotente en decisión, lo informe en figura.


El título de esta exposición alude al erotismo contrariado de La insoportable levedad del ser (1982). Aquí como en la novela de Milán Kundera, se encara las dos faces opuestas del erotismo: el goce autónomo e individualista versus la responsabilidad humana y social. Wendy Castro elude la carga erótica asignada al desnudo femenino por siglos de arte hetero patriarcal y siluetea su cuerpo sobre un fondo de flores decorativas de color terroso. Dos mundos paralelos se unen dentro de pequeñas hojas que se van repitiendo obstinadamente en las paredes laterales. Por un lado, el mundo relativo al imaginario cursi impuesto en el país de la infancia rosa-niña y celeste-niño, donde la flor sería la encarnación de la inocencia hecha niña y del amor más ñoño. Y otro mundo más crudo, de una morbilidad asumida a temprana edad, con la silueta negra de la artista cual figura ausenta, vaciada luego raspada de blanco y rellenada de pictogramas ingenuos indicando los traumas de su niñez –un índex de denuncia, el puño levantado, la mascota que le prohibían sus padres–. Las siluetas de la Niña-Mujer-Madre resultan de fotografías tomadas por su hija menor, cerrando así el bucle de una vida resumida en pocas posturas, con un ligero picado que podría desvelar la posición a la vez dominante y cómplice que tienen con ella sus hijos. La silueta negra reduce el personaje distante de la artista a un caparazón, a un capullo resguardando sus secretos más íntimos. Queda la artista frontalmente oferta y a la vez irreconocible, exhibida sin compromiso, afirmada y escondida, anónima.

Exiliada de su propio cuerpo, una mujer se pliega y renace imagen. Retomando la disyuntiva existencialista donde la dejó el novelista checo, Wendy Castro se sigue investigando como mujer y artista, y de un exorcismo al otro, progresivamente sale de su concha, dejándonos crisálidas como esta muestra.

Patricia Ciriani Espejo
Curador

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